Pinceladas Esther

Pinceladas Esther
La riqueza de cada casa está en la capacidad de sus habitantes y de dejarnos sorprender por la vida, cada situación requiere esfuerzo. Abrir cajar y armarios siempre remueve la historia compartida y prepara para lo que está por llegar.

jueves, 1 de febrero de 2024

Actitudes que posibilitan la esperanza

Hace unos días en una de las entrevistas se dio una situación que, no por común deja de impactarme y confío que siempre sea así, era una familia formada por dos hermanas y la hija de una de ellas. Hacía poco más de un año que habían llegado a la ciudad de Barcelona y a territorio español, por lo tanto, no se encontraban todavía en situación regular, lo que hace que la posibilidad de tener trabajo legal no sea real y tampoco la de obtener ingresos para poder sobrevivir en un ciudad como la nuestra. De repente, se vieron en la calle sin nada más que unas maletas con todas sus pertenencias.

Durante unos meses las hemos podido alojar hasta que hace unos días pudieron encontrar una nueva habitación realquilada donde poder alojarse. No es la mejor opción, pero al menos pueden tener un espacio mínimamente íntimo para descansar, no creo que para vivir como es debido.

Durante el tiempo que las alojamos y, todavía ahora, también se les pudo ofrecer apoyo en alimentación, justo, pero al menos algo para aligerar su malestar.

Pues bien, esta situación que se da muy a menudo en nuestra ciudad y en otras muchas,  no deja de sorprenderme porque cuando se hacen encuestas o debates sobre los principales problemas de nuestra sociedad hoy, raramente salen temas como vivienda o alimentación, quizás porque son problemas que nos recuerdan que no estamos tanto en el primer mundo como querríamos. Y, seguramente, porque las personas encuestadas no son del todo tan diversas como se pretende en ciertos estudios.

Esta situación no es más que una de las muchas que ponen cara, nombre e historia a los datos que hace unas semanas nos explicaban a partir del informe sobre la exclusión y desarrollo social que anualmente desarrolla la Fundación FOESSA.

Nos dice este último informe que, «en el momento actual la exclusión de la vivienda afecta el 33,9% de los hogares de la diócesis de Barcelona y a un 41,4% de la población»[1]. A pesar de que esto son números hay que saber las cifras para no caer en demasiada subjetividad, o dejarse llevar por lo que conocemos en primera persona.

El mismo informe nos alerta sobre el empeoramiento de la situación al dar datos como que «el porcentaje de población que no presenta problemas en ninguna dimensión se ha reducido del 44,3% al 29%, mientras que el de personas que tienen problemas en una dimensión aumenta ligeramente del 25,8% al 26,3% y el de quien tienen problemas en cuatro o más dimensiones pasa del 11,6% al 15,6% de la población»[2].

Fotografía: Esther Borrego Linares

Estas señoras que conocí no son más que una de tantas familias que hacen lo posible para sobrevivir, más aún, para poder mejorar la situación de la que huyeron al dejar atrás familia, vida, raíces, historia… y tantas otras cosas que no sabemos, ni seguramente, nos dirán. Y no podemos olvidar que como ellas hay otras muchas personas que viven en iguales condiciones o peores sin haber tenido que cruzar ningún océano, puesto que la situación social actual nos iguala en vulnerabilidad y a la vez nos recuerda que somos mucho más iguales de lo que reconocemos.

Dice también el informe FOESSA, «los problemas más frecuentes, que afectan más del 15% de la población son seis: el excesivo gasto en vivienda (26,2%), el grave hacinamiento (20%), los problemas de participación política (18,5%), las dificultades para comprar medicamentos por problemas económicos (17,8%), la inestabilidad laboral grave de la persona que se considera sustentadora principal del hogar (17,1%) y la pobreza severa (16,6%)». Al leerlo, una queda impactada, a pesar de ver cada día situaciones de necesidad, no deja a nadie igual saber que un 26,2% de la población de su ciudad sufre para poder pagar algo tan básico e imprescindible como es la vivienda y además, sabiendo que, muchas veces, esta no es adecuado para vivir.

Son muchas las veces que nos piden solidaridad, hace unos días se celebró el gran recogida del banco de alimentos y, como siempre, ha sido una nueva demostración de la generosidad y disponibilidad de las personas individuales que han hecho de nuevo un esfuerzo para poder apoyar a otros que viven una situación peor. Suerte tenemos en nuestra sociedad de la entrega incondicional de las personas voluntarias que, constantemente, se dan a sí mismas en los diferentes encargos que las diferentes entidades les hacen, para poder ofrecer mejora a su entorno. Hay que pensar cómo podríamos sobrevivir sin esta gran tarea.

De todas maneras, no podemos obviar que la solución a la situación de desigualdad creciente de manera exponencial que vivimos no puede venir, ni es justo, de las personas individuales, ni de las entidades, ni siquiera de las administraciones… tiene que ser un trabajo conjunto y liderado por un cambio de políticas a todo nivel, no podemos pensar al cambiar políticas sociales si no van acompañadas de otras como las de urbanismo, la fiscal, la educativa… ah y ¡cómo no! la económica, nuestros gobiernos tienen que hacer políticas y gestión mucho más próximas a la ciudadanía real, más alejadas de otros intereses, muchas veces contrarios a trabajar por el bien común de aquellas que tienes más cerca.

Arcadi Oliveres, murió hace poco más de un año y nos dejó un tesoro, el libro Palabras de Arcadi. Como siempre, había que escucharlo atentamente, ahora hay que leerlo con mucho cuidado, Arcadi siempre había trabajado por el bien común, estuvo al lado siempre de los que se movilizan por la paz, la no violencia, la democracia, la libertad… en el último capítulo de este libro nos habla de la educación como «el instrumento por excelencia de socialización y de convivencia de las personas y sirve para transmitir una serie de conocimientos…; también sirve para transmitir valores y, finalmente, para tener un conocimiento amplio del mundo y de las diferentes formas de vida»”[3]

Seguramente no podemos obviar la educación como el pilar para poder transformar la sociedad en la que vivimos, pero como bien dice Arcadi, hay que educar en determinados valores para no mantener aquello del mundo que no nos gusta y que queremos cambiar, de otra manera mantenemos lo que no queremos, «los cuatro grandes elementos de la educación que no se pueden olvidar nunca en el conjunto de los valores educativos son la paz y la no violencia; la sostenibilidad; las migraciones, el racismo y la xenofobia, y, cuarto y último, las personas vulnerables.»[4]

Durante estos últimos años de pandemia muchas pusimos la mirada en la oportunidad que esta nos ofrecía pero, repentinamente, no hemos sabido responder y nos encontramos en una situación donde las desigualdades tanto a nivel local como global no dejan de crecer, afectando de manera más grave a quien ya hace tiempo que la sufre. Muchas veces las reclamaciones son justas y merecidas pero callan demasiado rápido y no se traducen en acciones concretas por parte de nadie. Estamos en un momento en que tenemos la capacidad de lograr cambios pero nos hace falta voluntad para tener una mirada más general, voluntad colectiva y también individual para poder superar el egoísmo y trabajar por el bien común que nos permita vivir en un mundo más humano y digno para toda persona.

Seguramente además de voluntad nos hace falta no perder nunca la esperanza de que es posible.

Esther BORREGO LINARES
Trabajadora social
Barcelona, España
Artículo publicado originalmente en la Revista RE num. 113, edición catalana en enero de 2023

Notas:

[1] INFORME FOESSA. Informe sobre exclusión y desarrollo social en la diócesis de Barcelona (2022) Pàg. 21

[2] INFORME FOESSA. Informe sobre exclusión y desarrollo social en la diócesis de Barcelona (2022) Pàg. 16

[3] Oliveres, A. (2021) Paraules d’Arcadi (3ª Ed) Angle Editorial. Pàg. 159

[4] Oliveres, A. (2021) Paraules d’Arcadi (3ª Ed) Angle Editorial. Pàg. 161


Articulo publicado en https://www.revistare.com/2023/10/actitudes-que-posibilitan-la-esperanza/